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Crecer entre palos

«Tengo a sanantonio
puesto de cabeza
no me busca novio
pues … ¡ya no me interesa!
palo, palo palo …»

(Lita Nelson/Edmundo Arias y su Orquesta, Feria de Cali, 1958)

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Un nuevo cesto para Cattleya Peckhaviensis.
Por lo menos esa es la idea, aun de madrugada. A medias entre descansado y desnudo, afuera el mundo aun sigue abrigado con un manto de penumbra, pero la idea ya alborota en la cabeza y está lista para salir al mundo.
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Antes de nada apresurar el café, afinar la coordinación: primero el agua, como máximo hasta la válvula, luego el filtro, llenarlo con café recién molido – ¡hum, qué bien huele! – , enroscar, encender la llama, poner la cafetera a hervir y conectar el laptop. El orden de los factores sí altera el resultado, pruébenlo.
Y sí que está fría la silla a esta hora.
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Hacer un cesto nuevo comienza por reunir todos los bártulos, los imprescindibles como las ramas secas de saúco, duras, casi demasiado duras como para cortarlas a tamaño con una tijera de podar al uso, y los decorativos, superfluos al final, una vez hecha la cesta, pero necesarios en el proceso de preparar las fotos, montar una escena, deshacerla, volver a pixelar, reagrupar, disparar otra vez, editar, comprobar en la pantalla una primera vista rápida, reagrupar de nuevo, cambiar el enfoque, pixelar, archivar por si acaso sirva.
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El cesto será un sexángulo, de forma que necesitaré 18 o 21 trozos de ramas de saúco, tal vez incluso veinticuatro, ya veremos. Porque el tamaño, no sólo en extensión para darle a la planta espacio para uno o dos brotes consecutivos en cada dirección, sino también en profundidad sí que importa. Una única fila de palos más aumenta el volumen considerablemente, y a más volumen más retención de agua y mayor cuidado hay que tener a la hora de regar. Es muy fácil comprobar el tamaño final del cesto, jugando a hacer casitas con los palos aun sin perforar. Si resulta ser demasiado grande, o demasiado alto, con cortar un cm en cada trozo o con eliminar una fila de tres, damos con el resultado deseado.
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Ya hace tiempo que la segunda taza de café lleva enfriándose. El asiento en cambio ha tomado una temperatura más que agradable y mientras le doy forma al cesto, perforo los trozos de saúco en cada extremo y preparo la primera fila de palos ensartados en alambre,  doy vuelta a otra idea que llevo rumiando desde despertar a oscuras. Las entradas sobre orquídeas en el blog son todas en español, y así seguirán, pero un título que no sea repetitivo para esta entrada, que ya va a ser la tercera sobre cestos,  tan solo se me ocurre en inglés.
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Ignoro si ‘morning-wood-basket’ lo entendería alguien que entrara casualmente; sí lo entenderían aquellos que entraran a través de algún buscador de palabras y no sería por casualidad. Como tampoco es cuestión de complicar cosas simples, intento varias traducciones literales, otras explícitas, voy descartando las médicas y al final lo intento desde el alemán. Aunque una rama de saúco no se parece en nada a una ‘Latte’, que simplemente significa ‘listón’ y punto. No, no sirve.
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En este cesto he innovado el fondo del cesto. Es un trozo de malla de plástico de una bolsa de cebollas el que forma la base y está cogida por los mismos alambres que sujetan los palos. Espero que aguante el peso del sustrato. Encima va, recortado al tamaño y  a la forma hexagonal del cesto, el tejido natural de una palmera (Livistona chinensis).
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Ahora toca trasplantar. Para reblandecer algunas raíces que se han pegado a los palos del cesto roto – ya tiene sus años -, remojo todo el cesto y las raíces sumergiéndolos en agua tibia.
Como en cualquier lengua masculinista hay infinitas variantes para cualquier tipo y condición de verga (= palo delgado) y no hay prisas para seguir con el trasplante, confío mi suerte una vez más al traductor que está a unos pocos clics de tecla, para dar con alguna traducción lúdica de ‘morning wood’ a la jerga masculina en castellano. Nada.
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En cambio, la traducción al castellano de la alemana ‘Morgenlatte‘ me la presentan como ‘café con leche por la mañana’ … no, hombre no, de tanta risa tonta que me entró acabo de regar el teclado del laptop con el poco de café frío que quedaba en la taza, asqueroso – a mi me gusta negro, fuerte, dulce – y pringoso al limpiar.
Y espero no haber despertado a los vecinos con tanto júbilo, ya ha salido el sol.
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Me parece muy extraño que no encuentre ninguna palabra adaptable, que además sirva para el cesto. Hasta que doy con un préstamo del catalán. Força i entusiasme.
Igual debería, antes de usarlo, contrastar la palabra con un ‘native-speaker’ catalán, pero como ya dije, tampoco hay que complicar las cosas simples.

Y esto de hacer cestos es bastante simple, la verdad.

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«… palo bonito, palo es!»

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Crecer a secas

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1. Cultivar orquídeas en cestos está a medio camino entre el cultivo sobre corcho o corteza, y el cultivo común en maceta. Hay epífitas muy sensibles a tener las raíces mojadas por tiempo prolongado y cuanto antes se sequen mejor crecerán en cultivo. Por otro lado, cultivar en cestos – y mas aun cuando se monta las orquídeas directamente sobre corcho – significa que hay que regar con más frecuencia, hasta dos veces por día, y aumentar al máximo la humedad ambiental.  La elección del sustrato y del contenedor siempre depende en gran medida de nuestro régimen de riego preferido y de las condiciones atmosféricas locales.
2. En un cesto vertical las ramas que usamos se cierran en círculo, quedando verticales. El cesto más fácil es el cesto vertical de ramas iguales entre si y rectas – un cilindro.  El cesto vertical  de estas fotos tendrá forma de copa. Se consigue usando ramas de distinta longitud que se alternan al engarzar. Las ramas largas se mantienen con tres alambres, las ramas cortas llevan dos. La función de los abalorios engarzados entre las ramas no es meramente decorativa: son separadores que ayudan a conseguir la forma deseada del cesto en función de su tamaño y ayudan al secado de las ramas y por lo tanto a que sea mas duradero el cesto. No tienen porqué ser perlas de madera o plástico: cualquier separador que guste vale.
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3. Los frutos leñosos de jacarandá serán los separadores en la parte inferior de este cesto. Con su respectivo hueco hecho con un fino taladro de madera, se van alternando media cápsula de jacarandá y una rama larga. El principio del alambre se dobla formando un ojete generoso: servirá al final para cerrar el cesto. Cuantas mas ramas se usen, mayor – mas ancho – será el cesto. Es frecuente que que al final, en el momento de cerrar el cesto resulte excesivamente grande. Quitándo una o dos ramas y los separadores se soluciona el problema.
4. Al usar ramas desiguales entre si – que en este caso no es casualidad sino toda intención – cuidaremos que las curvaturas y los salientes tengan una misma orientación – apuntando al exterior – para que el resultado final sea armónico. Los rabos del alambre no se cortarán hasta el final, de forma que siempre podamos añadir algo mas al cesto, si fuera necesario.

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5. Engarzados todos los elementos de la fila inferior, tensamos cuidadosamente el alambre y cerramos formando otro ojete grande. No es obligatorio empezar por abajo en un cesto vertical, pero ayuda mucho empezar por la estructura mas simple. la que menos elementos contiene. Es más fácil; una vez hecha la primera fila, tensada y cerrada, toda la estructura cobra un poco mas de rigidez, lo cual ayuda con la segunda fila, que ya contiene muchos mas elementos. Llegados a este punto hay que ser muy pacientes … !
6. Lista queda la corona del Rey Julian después de tensar el último alambre y cerrar. Ahora es el momento idóneo de jugar; doblar el cesto y ver si realmente tiene la forma y el tamaño que queríamos al principio, ver si hay que aflojar tensión o tensar mas – casi siempre es tensar mas –  los alambres. Hora de comprobar se nos gusta lo que vemos, porque ahora aun es fácil de abrir cada fila de alambres y cambiar ramas, separadores, añadir o menguar.

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7. Hecho el cesto se elige la suspensión. Para un cesto que ha de durar años y soportar tanto el peso del sustrato humedo como el de la planta, además de estar en el exterior con el continuo mecer del aire, por lo menos hay que elegir tres puntos de suspensión. De esta forma, aunque se rompa un alambre, los otros dos mantendrán la planta en equilibrio  – ¡mientras sea pequeña! Plantas mayores estarán mas seguras con cuatro o mas alambres/cuerdas/etc.
8. Coilostylis parkinsoniana es una orquídea epífita de crecimiento péndulo. Por esta razón, para hacer el cesto he elegido ramas con bifurcaciones. Darán soporte a las largas hojas de la Coilostylis y eventualmente a los tallos – siempre bajo el presupuesto que le guste su nueva casa, aireada, de rápido secado y cálida (en comparación con una maceta de barro).
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9. Las fibras que envuelven los troncos de la palmera ‘de abanico china’ Livistona (aff. chinensis) son lo mas parecido a un tejido, fuerte, acolchado, resistente al peso y de gran duración frente al agua. Se cortan como tela a la forma deseada; los restos sirven de sustrato. Son el material ideal para recubrir el cesto por dentro, de forma que hasta el sustrato mas fino se mantiene en su sitio. Esta palmera es frecuente en jardinería, por ser pequeña y de crecimiento lento, las fibras que usamos están a mano.
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10. Et voilà ya ha llegado la inquilina. Coilostylis parkinsoniana, más conocida bajo su antiguo nombre Epidendrum parkinsonianum, en su cesto, rellenado con sustrato a base de picón (lapilli), fibra de coco y algo de corteza de pino. El sustrato aun tendrá que asentarse, de forma que en un par de semanas es conveniente volver a añadir un poco más de relleno. Este cesto mantendrá el cepellón húmedo durante algún tiempo, más que si la planta estuviera montada. A la vez dará la máxima aireación y un entorno cálido, en el cual las raíces podrán optar por orientarse hacia la humedad o por envolver lentamente los barrotes del cesto. Un exceso de riego es casi imposible al usar un cesto.

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La misma planta, el mismo cesto. Abril de 2017.

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Crecer sin maceta

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La inmensa mayoría de las orquídeas comúnmente cultivadas son epífitas, es decir, en origen crecen encima de otra planta, casi siempre arbustos o árboles. Es esa también la razón por la que la raíces de las orquídeas prefieren un sustrato de cultivo con mucha capacidad de aire. Una forma de proporcionarles este sustrato, o mejor dicho, un soporte del que se pueden apropiar según su gusto, es plantándolas dentro de un cesto.
1. Se eligen las ramas y se cortan al tamaño deseado. Hay muchos árboles cuya poda se puede usar, estas son de Solanum  y Salix (Sauce). Muy buenas son también ramas de tilo, avellano, acebuche, etc. Otras sin embargo se deshacen rápidamente o se plagan de orugas, como por ejemplo poda de Hibiscus.
2. Se taladran los trozos de rama a cada extremo con un taladro de madera fino. El cesto mas simple – y el mas fácil de hacer – es el cuadrado. Todos las ramas tendrían el mismo tamaño. La cantidad de ramitas define la altura del cesto. En este caso he optado por un cesto de seis lados.
3. Con un alambre se ensarta de abajo hacia arriba la primera fila de ramas. Como este cesto tiene seis lados, hay seis alambres. Los lados de este cesto no son iguales entre si; hay tres lados largos y tres lados mas cortos. Además, el tamaño de la ramas va creciendo hacia arriba. Es aconsejable, que este aumento no sea mayor a medio cm por fila. De otra manera quedaría visible el alambre.
4. Cuando la primera doble fila está ensartada, se cierra el círculo (hexágono). No todas las ramas son iguales. Queda mas estético (y es mas fácil de hacer) cuando las ramas que están al mismo nivel son iguales, usando el mayor grosor o en fondo o en el borde superior. Ramas curvadas se pueden usar; se ensartan con la curvatura hacía afuera. También se pueden elegir las ramas por su forma en la que han crecido: esto ya es arte mayor.
5. Llegados a la última fila, se ‘cierra’ el alambre formando una horquilla cerrada o ensartando un abalorio. Hay que elegir muy bien el tamaño de las ramas. El cesto acabado suele ser mucho mayor de lo que se podía intuir. Si hay que cambiar de tamaño, es ahora el último momento posible, antes de formar los ojetes y cortar el alambre sobrante!
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6. El cesto colgante puede tener varios tipos de suspensiones a elegir.  Al formar el ojete ya tenemos los puntos donde enganchar la suspensión del cesto. En el caso de este cesto puedo optar por seis o por tres. Si elijo suspensiones de distinto largo, incluso podemos inclinar el cesto (por ejemplo para alguna Phalaenopsis). Una opción que queda muy estética y ‘natural’, pero poco práctica a la hora de regar.
7. Para poder llenar el cesto con sustrato, hay que tapar el fondo. Para este fin podemos optar por cualquier material que sea resistente a la humedad y al peso que va a tener el cesto en su interior. Desde conchas marinas (para orquídeas que toleran o incluso necesitan cal) hasta mallas de alambre. Lamentablemente no funcionan las fibras de palmera de la palmera canaria. Aunque lucen muy bonitas, se deshacen en pocas semanas. Si son muy aptas las fibras de la palmera Livistona.
8. Una vez listo el nido, ya se puede plantar. La orquídea a trasplantar estaba en un cesto hecho de ramas de Hibiscus. Urgía el trasplante. Con suavidad – siempre hay alguna raíz que se parte – se saca a la planta del cesto viejo, si fuera necesario se deja alguna rama pegada a las raíces.
9. Encyclia diurna en su nuevo cesto. Limpia y reluciente, ya solo falta la suspensión.
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