
Sorpresa

Montada en su ‘lazy-susan’ – aun me toca mirar si encuentro algún nombre en castellano que se corresponda con ‘lazy-susan’ – está bajo techo y recibe una franja corta de sol por las mañanas. Expuesta al constante viento, se seca rápidamente.
Una vez que descubrí las varas y volví a ocuparme algo más de la planta y a regar con abundancia, las varas se dispararon y los pimpollos han ido creciendo visiblemente. Ya han engordado en la primera vara – veintiocho pimpollos en total – y pronto abrirán. Esta foto fue hecha el 15 de mayo.
Y ya abren – la foto es del 18 de mayo – como es común en este híbrido, empezando en medio, en el primer tercio de la vara. De ahí seguirán abriendo tanto hacía abajo como hacía el ápice de la vara, donde los pimpollos son menores aún.
Con menos flores en la vara que el año pasado, la floración es igual de vistosa. Parece que cada flor fuera mayor. Miden hasta 63 x 64mm; las flores hacía el ápice efectivamente son un poco menores.
continuará, pronto …
soon more entries, sure …
wird bald erweitert …
Durante casi un siglo, las plantas del género Phalaenopsis no se consideraban aptas para ser cultivadas en casa. Según los libros, estaban limitadas a quien tuviera un invernadero y el dinero necesario para la calefacción en los largos inviernos nórdicos. No es de extrañar por lo tanto, que las Phalaenopsis contribuyeran en gran medida al mito de flor cara, rara y exquisita que rodeó en su día a todas las orquídeas: plantas para los ricos.
Mucho ha cambiado el panorama desde mediados del siglo pasado.
Una razón para este cambio lo encontramos en el llamado efecto ‘vigor híbrido’. Después de solventar los problemas a la hora de polinizar, sembrar y criar híbridos de orquídea, se constató que muchos híbridos presentaban un vigor a la hora de crecer y florecer que no tenían sus ancestros.
Una vez salvado este escollo – pocas orquídeas se adaptan mejor a una ventana del salón o de la cocina que un híbrido de Phalaenopsis – quedaba el reto de la restringida gama de colores. Blancos, sí, grandes, redondos y con varas de muchas flores. Rosados también: un poco menores, redondos y en gran cantidad … Rojos: ya resulta más difícil; gracias a cruces con Doritis, por un lado y pulchra por otro se están consiguiendo Phalaenopsis rojas.
Mucho más difícil ha resultado el amarillo. Todas las especies con tonalidades amarillas (o verdosas) de Phalaenopsis resultan en flores pequeñas y estrelladas. Muchas generaciones más tarde, se están consiguiendo las primeras flores netamente amarillas, redondas y planas. (Ahora está por llegar el naranja: calculo unos cinco a diez años más para llegar a tener flores grandes, redondas y naranjas.)
La planta que abre esta entrada la compré en flor hace tres años. Como es costumbre venía sin nombre. Es, a primera vista, un híbrido complejo. Aunque todos los ancestros son del género Phalaenopsis, este tiene distintas subdivisiones de plantas similares entre si pero claramente distintas a las que van agrupadas en otra subdivisión.
Quién quiera adentrarse en la clasificación de las Phalaenopsis, lo encontrará al detalle el las páginas de bernard.lagrelle .
Participa obviamente una Phalaenopsis de grandes flores redondas. Otra que tiene que estar entre los ancestros es alguna de vara ramificada y de flores sin los típicos apéndices filamentosos. Y otra tiene que haber dado el color amarillento de base. Salvo alguna mancha tenue en el labelo, apenas hay pigmentos rojos o morados.
Como siempre suelo hacer con las plantas no identificadas, he buscado dar con el cultivar en internet: las plantas que se encuentran de venta en las grandes superficies y en los viveros de reventa suelen aparecer el los catálogos de los grandes productores neerlandeses o taiwaneses de ese año. Para la gran mayoría de plantas ‘del montón’ que se encuentran a la venta, este procedimiento es inútil dada la gran cantidad de cruces nuevos que salen al mercado cada temporada; pero con unas flores tan marcadamente únicas – vara congestionada, flor de tamaño medio, amarilla tirando a verdosa, labelo grande, amarillo sin filamentos – con una combinación tan reconocible, probé suerte y parece que hay una candidata: Phalaenopsis Taida Smile.
Es esquivo el color amarillo. No sólo en el género Phalaenopsis, también en Cattleya y Lycaste, para citar dos ejemplos famosos. El cruce entre especies de flor rosada con otros de flor amarilla suele dar una progenie blanca. No es hasta la segunda generación que vuelve a aparecer el color amarillo, muchas veces asociado a otras características que no son apreciados en cruces: flores menores, estrelladas, manchas irregulares y un color amarillo de fondo que depende de la luz que recibe la planta. En el caso de esta planta en concreto, cultivada con más frío nocturno y menos luz, la última floración en 2016 produjo flores netamente más amarillas – algunos dirían que el color es verde manzana:
Suponiendo que realmente esta planta sea el cruce ‘Taida Smile’ tenemos la opción de buscar el registro del cruce ya por la RHS o por BlueNanta. Pero ¡ojo!: aquí, suponer es mucho suponer; nunca sabré con certeza cual es mi planta: una breve mirada al catálogo de este productor taiwanés revela el porqué.
Taida Smile fue registrada en 1996. Entre sus ancestros hay que nombrar a –
– Phal. aphrodite (blanca, grande, apéndices)
– Phal amabilis (blanca, grande, apéndices)
– Phal. stuartiana (crema, con manchas en los sépalos inferiores, mediana)
– Phal. venosa (verdosa con manchas marrón, pequeña, estrellada, labelo sin apéndices, carnosa)
– Phal equestris (rosada, pequeña, estrellada, labelo sin apéndices)
¡Ah! Os preguntáis por el título … Bueno, es fácil.
Según los defensores del burka, este protege a las mujeres que lo llevan de las miradas de los hombres. Hombres pobres e indefensos ante su condición, que de ver a una mujer libre mostrando colores, formas y gestos, no sabrían como contener su violencia hacía tanta libertad provocadora.
(Nunca se plantean tapar bajo un burka a los agresores, para que dejen de ver lo que supuestamente provoca su incontrolable violencia de macho. Sería como más lógico.)
Por eso, para que las mujeres no inciten a la violencia, mejor van escondidas bajo un burka. Así, los hombres campan a sus anchas, siguen igual de violentos entre ellos, pero las mujeres están a salvo … hasta que llegan a casa.
¿No lo pilláis?
El lazo amarillo fue elegido como símbolo visible para exigir la libertad de los presos políticos. Es la libre expresión de aquellos que lo quieren llevar; para decir abiertamente que
– hay, lamentablemente, a día de hoy en España, presos por sus convicciones políticas y,
– llevando un lazo amarillo o una prenda del mismo color, expresamos nuestra solidaridad con los presos políticos y exigimos su liberación, ya.
Pero el gobierno cree que reivindicar libertades gracias a un lazo, gracias a un color, puede provocar violencia. ¿A quién le pedimos cuentas – al violento agresor potencial que declarará haberse sentido ‘provocado’? ¿O a quién da la cara?
El gobierno ha decidido sin vacilar. Ha optado por el método burka. Prefiere prohibir la libre opción de vestir de amarillo o de mostrar un lazo. Así, una vez más, es la potencial víctima la que ha de esconderse, para no ser culpable de provocar la violenta e incontrolable reacción del agresor. Es el mundo al revés.
Como decían antes, ‘si vas por allí, y te pasa algo, la culpa es tuya’.
Quien quiera volver a llevar burka, que vaya.
(Y quien quiera, puede leer más en eldiario.es . Y en casi toda la prensa libre, igualmente. Aunque ahí, de orquídeas, encontrará más bien poco.)
Ε
Un invierno muy seco y caluroso, con unas primeras lluvias tempranas seguidas de sequía. Bastante frío al final de un invierno que no presagiaba cosa buena. Luego aparecieron las lluvias, regulares, suaves y tanto del sur como del norte: las Orchis canariensis, truncadas al principio en su crecimiento, recuperaron sus floraciones en suspenso, incluso han brotado en lugares que antes habían estados secos y ahora mismo están con una floración espectacular, abundante y vistosa. Eso sí – un mes más tarde que el año pasado.
Paso a mostrar detalles de las flores:
Ω
Es pura coincidencia que la floración de esta Berenice haya coincidido plenamente con el juicio a Lula da Silva y su actual encarcelación. En cambio no es ninguna coincidencia, si no la más completa intención de haber nombrado en su día este clon de Paphiopedilum Berenice en honor al primer presidente del Brasil del PT, Luiz Inácio Lula da Silva.
Muita força pra você, presidente.
Lula livre, já.
Λ
Hace justo un año desde la última entrada de Coilostylis parkinsoniana en este blog. Para entonces la planta había cubierto por completo un cesto vertical, que al principio parecía grande. Ahora mismo, el cesto está rompiéndose; el peso de la planta es enorme, y sigue produciendo nuevos tallos/pseudobulbos (apenas se distinguen) y nuevas hojas sin parar. Los brotes activos son más de diez o quince ya – he perdido la cuenta – y las nuevas hojas cada vez son más largas y más carnosas.
En el centro de cada hoja, una pequeña vaina es el origen de los pimpollos. Ya desde hace un año crecen un poco, pero nunca han llegado a florecer. Este año, después de un invierno que pasó muy desatendida, al lado de un Dendrobium speciosum igualmente olvidado e igualmente en flor ahora mismo, sin apenas riegos y sin controles de plagas, parece que sí va a producir flores.
Coilostylis parkinsoniana es una orquídea estrictamente péndula. Sus tallos – la parte del rizoma del que pueden nacer las raíces, y los pseudobulbos que llevan la única hoja – son prácticamente idénticos. En una Cattleya o una Laelia, el rizoma es claramente discernible como aquella parte del tallo que crece horizontalmente; mientras que el pseudobulbo es aquella parte que se tuerce y crece en vertical.
En ambos tres géneros – y en casi todas las orquídeas – los nodos son claramente visibles: es aquella parte del tallo de donde parten las hojas caducas, las que envainan el tallo y lo protegen al crecer. Al secarse y deshacerse estas hojas, queda visible la cicatriz anular que dejan tanto el el rizoma como en el pseudobulbo.
El crecimiento pendular y el parecido entre todas las partes menos las hojas hacen difícil distinguir donde empieza el pseudobulbo y donde acaba el rizoma. Las yemas no son útiles en la distinción ya que ¡en cada nodo hay una!
Contando desde la hoja (h) en la foto superior se pueden distinguir dos internodos en el pseudobulbo (pb1 y pb2) y dos internodos en el rizoma (r1 y r2). El rizoma tiene hasta dos internodos más: cada hoja seca equivale a un nodo; pero como los nodos basales vienen muy seguidos y por tanto los internodos son muy cortos, no los he contado en esta foto.
En mi planta, todos los internodos visibles tienen un tamaño entre 22 y 28 mm; las hojas que ahora portan inflorescencias superan los 400mm de largo por 50mm de ancho.
Las hojas secas (las vainas) aumentan de tamaño de las pequeñas basales a la apical: la última, la que parte del nodo central del pseudobulbo y envaina tanto a este como a la inflorescencia naciente llega a medir 200mm de largo.
Dos inflorescencias: una a la izquierda a la vista con una vaina seca levantada (se ve una bráctea en la base del ovario) y la otra a la derecha aun tapada por la vaina seca. Botánicamente hablando, todas la vainas, espatas y brácteas que podemos distinguir en las laeliáceas son hojas más o menos modificadas: las basales son las hojas caducas (que envainan el pseudobulbo y el rizoma y que no suelen formar ni peciolo ni limbo), luego vienen de una a varias hojas persistentes (sin peciolo) luego una o varias espatas, que son hojas con el borde del limbo ‘pegado’ formando un estuche en el cual crece la inflorescencia, que a su vez, en cada nudo lleva una hoja, por lo general pequeña, que se llaman brácteas.
No todos los pimpollos salen adelante. O no le ha gustado el cambio de ubicación, o necesita más humedad o más/menos luz – aun me falta experiencia con esta planta. Pero – si no la parto y los pimpollos son extremadamente quebradizos – habrá una primera flor este año.
Hasta la fecha no le he encontrado muchas plagas a Coilosytlis. Alguna lapa, y nada más. Parece ser una planta bastante resiliente bajo las condiciones que tengo. Ya veremos cómo se desarrolla en el futuro. Una cosa ya está a la vista: el próximo recipiente tendrá que ser mucho más duradero que una cesta de ramas. El peso de la planta es enorme.
También el único pimpollo que queda crece con rapidez y aunque los demás se han marchitado, en las vainas de las nuevas hojas ya se adivinan nuevos pimpollitos que quizás continúen la floración. Veremos. Cada día se alarga el tallo y el pimpollo se aparta más de la planta.
A los pocos días, el pimpollo comienza a abrir. Así, como está en la foto estaba por la mañana – a la tarde ya estaba abierta la flor. Mucho más colorida de lo que esperaba y un labelo que es sumamente vistoso.
Durante los primeros días la flor sigue creciendo y cambia su forma. Los pétalos, verdes, cerosos, luminosos al sol, se inclinan levemente hacía adelante; los sépalos color aceituna se han enrollado completamente formando tres ‘cannelloni‘, de forma parecida a algunas Laelia; además se doblan hacía atrás, dando a la flor un aspecto marcadamente tridimensional, con el lóbulo central del labelo – la trompa del elefante – mostrando hacía adelante.
A pesar de estos movimientos que le restan tamaño a la flor, esta primera – y, probablemente algo tocada flor ya que todos los demás pimpollos perecieron en el camino – tiene una altura de 130mm y un ancho de 98mm. Un olor fuerte, cítrico y ligeramente punzante se siente al acercarse a la flor. Algo más fuerte por la tarde/noche, nunca llega a ser molesto.
Κ
No es la orquídea más grande. Ese premio seguramente correspondería a Grammatophyllum speciosum, con unos 10m de envergadura. O a alguna de las lianas entre las orquídeas y su más famosa especie, comercializada desde antiguo, comestible e imprescindible en repostería, Vanilla planifolia. Una liana que puede crecer decenas de metros a lo largo, sin ocupar mucho espacio. Y sin echar apenas flores, para desesperación de los aficionados que se atreven con ella fuera de climas tropicales. O quizás el premio a la más alta sería para una de las vistosas Renanthera, que pueden trepar árboles enteros para luego, en las copas, al sol, empezar a florecer.
Tampoco es la orquídea con las mayores flores – ni de lejos se acerca con sus humildes flores de 35 a 80mm de alto y ancho, si es que llegan a abrir del todo, que muchas veces no abren ‘bien’. Las mayores flores – casi siempre gracias a sus alargados espolones o sus apéndices en los pépalos – se encontrarán en el género Angraecum; también podría ganar Paphiopedilum sanderianum, cuyos pétalos siguen creciendo a lo largo de la floración hasta alcanzar más de 70 cm de largo, formando unos espectaculares tirabuzones. Sin ningún tipo de apéndices, una flor grande, vistosa y magnífica, merecedora del segundo puesto en esta categoría un tanto injusta de ‘la flor más grande’, sería para Cattleya warscewiczii.
Tampoco es la orquídea con los mayores pseudobulbos. Aunque ya nos vamos acercando. Los bulbos de estas plantas pueden llegar a medir casi un metro de largo hasta la primera hoja – y tener un grosor en su base comparable a una muñeca … bueno, lo que es la muñeca de un brazo de persona normal, sin gym. Dos a seis hojas de hasta 30 cm de largo por 8 cm de ancho coronan cada pseudobulbo. En sus axilas se encuantran las yemas que pueden formar varas y flores. Como las hojas persisten muchos años, una planta adulta, de varios bulbos con todas sus hojas, es una planta grande – o incluso bastante grande. Si a esto añadimos que las varas pueden llegar a medir 75 cm de largo, el aspecto de una planta de estas dimensionen en plena floración es espectacular.
Dendrobium speciosum, o como algunos autores prefieren llamarla, Thelychitum speciosus, es una especie muy variable que crece en un territorio muy extenso. Se distinguen nueve subespecies repartidas por toda la región oriental australiana, desde el Cann River (Victoria) en el sur con D. speciosum var. speciosum, hasta Cairns (Queensland) en el norte tropical de Australia, en donde crecen las variedades pedunculatum y boreale. Escribo ‘var.’ de ‘variedad’, aunque algunos autores dan el rango de subespecie o incluso otorgan el rango de especie a cada una de ellas.
Crece desde cerca de la costa hasta por encima de los 1000m de altura; es predominantemente litófita, en menor grado coloniza grandes árboles como epífita. Creciendo en un rango tan amplio, se adapta bien a temperaturas y precipitaciones. Es una planta muy fuerte y poco propensa a plagas, que en un clima mediterráneo debería crecer a sus anchas. Debería.
continuará …
Esta primavera llega con una promesa doble y dos zapatos blancos. Si todo sale bien y la etiqueta realmente dice lo que es, por primera vez veré florecer este pequeño Paphiopedilum de flores blancas.
Ya la hojas son todo un espectáculo. Oscuras y púrpuras por abajo, por arriba son teseladas con un intrincado dibujo de zonas claras alternando con parches y nervios de color verde oscuro. Todo recubierto por una capa dura y gruesa de células transparentes, cristalinas, que a la vez protegen de un exceso de luz pero dejan pasar la luz necesaria, brillantes en la luz directa con sus superficies rugosas. Hay muchos parecidos con las hojas de algunas Mesembrianthemum, y los cuerpos cristalinos de algunos Lithops, aunque las plantas de Paphiopedilum niveum prefieren la semisombra al sol y se resguardan al abrigo de arbustos y escarpes calcáreos en su hábitat natural, el archipiélago de las Islas Langkawi, frente a la costa occidental de Tailandia.
Todo es tan minúsculo, tan delicado, da un poco de yuyu manipular la planta, limpiarla de alguna algodonosa (que esas siempre encuentran la forma de llegar), un palito, un poco de jabón potásico, enjuagar después, y esperar que haya salido bien la operación.
El minúsculo pimpollo que está creciendo es todo menos blanco: peludo a más no poder y con muchas manchas rojas. Está claro que Paphiopedilum niveum no es una forma albina de zapato, sino un zapato predominantemente blanco. También hay una forma albina de este zapato blanco: en sus flores faltan los tonos morados y rojos incluso en el tallo y en la bráctea.
Poco a poco va ganando el blanco. Ya es mayor el sépalo superior – la ‘bandera’ – que el sinsépalo inferior. Se asoman también los dos sépalos laterales, muy anchos en esta especie, y también tienen pequeños puntos morados en su cara exterior. Todo cubierto de una fina vellosidad, pelos blancuzcos a transparentes y unos pocos, más cortos morados. Esto va prometiendo … el tamaño total del pimpollo es ahora de 25mm. ¡Pequeña zapatilla blanca!
continuará …
Roca volcánica, riscos, musgos, líquenes varios, tal vez Davallia, Allium y Muscari, alguna cerraja y un arbusto para acentuar la umbría, Aeonium y Monanthes, imprescindible: Arisarum vulgare – delatan las condiciones perfectas para la orquídea más común en Gran Canaria: Habenaria tridactylites, la orquídea verde de las canarias.
Η
No pudo elegir día más frío en lo que va este invierno para abrir su primer pimpollo.
A la mañana siguiente ha tenido un poco de sol, pero seguimos con frío. A los Zygos – y a este híbrido – el frío hasta los 10ºC no les hace daño, siempre que estén secos. Aun no huele. 68 x 59 mm de momento.
Al segundo día en un momento de sol. Ya empiezan a abrir otros dos pimpollos.
Ya hay tres flores abiertas, pero por el frío aun no hay olor.
Al cuarto día ya han abierto cinco flores.
Ya se siente un poco de olor, como a jacintos.
Ya están todas abiertas.
Este año van a ser dos varas. Y son de las rápidas.
En 1970 se registró un híbrido entre Oncidium sarcodes (hoy Gomeza sarcodes) y Rodriguezia secunda (hoy sinónimo de Rdza. lanceolata) que se llamó Rodricidium Primi (hoy Gomguezia Primi). Sería interesante ver una foto de este cruce entre una Gomesa de vistosas flores amarillas con manchas marrones, de vara larga y ramificada y la pequeña Rodriguezia, de flores pequeñas, fuertemente rosadas o rojas. No he encontrado ninguna foto en la red.
Rodriguezia es un pequeño género de epífitas especializadas en colonizar las ramas más finas. Junto a otras conocidas plantas de coleccionista como Ionopsis, Tolumnia, la espectacular Neocogniauxia de flores naranjas y otras pequeñas joyas, estas plantas ‘peinan el aire’ en busca de humedad. En inglés a todas estas plantas se las denomina genéricamente como “twig-epiphytes”. En cultivo necesitan tener las raíces secas poco después de cada riego. Algo que implica máxima ventilación al tiempo de ofrecer siempre una alta humedad ambiental y un sustrato tan drenante como lo es una fina rama con casi nada de musgo …
Dada la dificultad relativa a la hora de cultivar estas plantas, Gomguezia Primi posiblemente supusiera un avance hacía un cultivo más fácil. La verdad es que lo ignoro, pero el caso es que ya en 1976 se registró un cruce entre este híbrido con otro ‘twig-epiphyte’, con Leochilus oncidioides.
Leochilus es otro pequeño género de orquídeas epífitas de porte pequeño y inflorescencias de pocas flores dentro de la alianza de Oncidium. Leochilus oncidioides no parece el candidato perfecto para crear un cruce llamativo. No obstante, el resultado, Leomesezia Mini Primi, es una pequeña planta con flores amarillas y manchas marrones/rojizas, que sigue viva en los viveros especializados. Pasaría a primera vista por ser un pequeño Oncidium o una pequeña Gomesa. La delatan la forma de los sépalos, sobre todo que los sépalos inferiores estén fusionados hasta la mitad – como en Rodriguezia.
Poco ha quedado del color rojo intenso de Rdza. lanceolata.
Se ha impuesto el tamaño reducido de la planta con las inflorescencias cortas y arqueadas, las flores todas mirando a un lado. (Rdza. lanceolata es sinónimo de Rdza. secunda y ‘secunda’ significa precisamente eso: la orientación uniforme de la flores en la vara.)
El color amarillo le viene de Gomesa, la plantabuela.
Leomesezia Mini Primi fue registrado por Howe bajo el nombre de Howeara. Más tarde, el notogénero Howeara cambiaría a Leomesezia.
¿Ya se han perdido?!
Howeara (Leomesezia) Mini Primi fue cruzada nuevamente con Rdza. lanceolata; la misma especie con la que había empezado todo 23 años antes. El nuevo híbrido floreció en 1993 y fue registrado como Howeara Lava Burst.
Este híbrido ha sido un éxito en el comercio de las orquídea en maceta; con el porte de un Oncidium compacto y pequeño, los pseudobulbos rígidos, unifoliados. Dos varas por bulbo son la regla, y las varas pueden tener una o dos ramificaciones cortas. Ahora sí, se vuelve a imponer el color de Rodriguezia: las flores, de 22mm x 16mm de envergadura, tienen un intenso color rojo frambuesa oscuro, con tonos y manchas anaranjadas en el labelo. La columna corta acaba con una capa blanca, contrastante.
62,5% de sangre lanceolata dan el color, la forma de la vara y la disposición de las flores. Leochilus oncidioides aumenta con otros 25% la sangre de los ‘twig-epiphytes’. Pero aun así parece que esta planta – si nos fiamos de los foros de cultivo de orquídeas – es de cultivo fácil.
Ya veremos.
Lo que no es nada fácil es sacarle una foto medianamente decente a estas flores. El color, ya de por si difícil para muchas cámaras, la textura algo rugosa pero brillante y la reducida dimensión de las flores que solo abren parcialmente dificultan sacar buenas imágenes. Aumentando la claridad al editar posibilita vistas espectaculares de unas flores que al natural no son así. Oscureciendo la imagen hasta llegar a la intensidad con la que el ojo humano ve el color de la flor, se desvanecen muchas de las sutiles manchas, naranja bajo rojo, que tiene el labelo.
Las flores, también hay que reconocerlo, son vistosas de cerca. Vistas desde una distancia media son bastante oscuras y unicolores. Sólo al acercarnos y al contemplar una única flor en vez de la vara entera, con bastante luz y el ángulo adecuado, de pronto aparecen las manchas subyacentes.
Quien surfée un poco por la red buscando esta planta verá que hay varios cultivares. En algunos las flores abren más, tienen más amarillo en el labelo y menos color frambuesa. Entre tantas resalta un cultivar de flores rosadas – no rojas – con un labelo salmonicolor y dibujos amarillos a modo de acuarela. Es la única de todas donde reconozco un poco el parentesco con Leochilus. En teoría, pues jamás he visto un Leochilus en vivo.
Λ
Un conocido híbrido (Mtssa. Cartagena x Oda. Alaskan Sunset) de 1970 (Beall/Moir) que produce grandes flores estrelladas y blancas, con destellos. Algunas manchas tenues en los pétalos (sobre todo en el cultivar ‘Green’) y otros más vistosos de color morado en el labelo blanco que acaba en una punta amarillenta que tarda días en desenrollarse.
Tahoma Glacier también se llama Aliceara, ya que de sus 10 ancestros varias especies han sido reasignadas de género desde que se creó el híbrido. En vista de futuros cambios taxonómicos son muchos los que abogan por no cambiar los nombres a los híbridos – con validez tan sólo en el ámbito horticultural – cada vez que cambia el conocimiento científico.
Sea como fuere, la forma y el tamaño de esta flor delatan a Brassia verrucosa, que es ‘abuela’ directa y participa con un 25% en este cruce.
Es frecuente que en cruces de orquídeas la combinación de tonos morados con tonos amarillos den como resultado flores casi blancas. También es el caso de Tahoma Glacier.
continuará …
to be continued …
kommt noch was nach …
Desde algunos meses, la importación a las islas canarias de plantas vivas y semillas directamente del productor se ha complicado y encarecido de forma tal, que para el ciudadano normal la adquisición de plantas de coleccionista se ha vuelto prácticamente imposible.
Sin aviso previo se ha ‘desactivado’ la normativa que regulaba y permitía expresamente estas importaciones dentro del convenio Schengen y, como viene siendo común en las canarias, nadie reclama y nadie alza la voz.
Para los que nos negamos a seguir el guiño del trapicheo clandestino – como ya pasa con otros productos – no nos queda otra que conformarnos con las plantas producidas a escala industrial en los Países Bajos y que obviamente siguen entrando en igual cantidad a las islas y se encuentran a la venta en los viveros, grandes comercios y en las floristerías.
Ignoro si estos cambios se deben simplemente al afán regulador de la administración local alegando la protección del espacio natural canario y que, a falta de personal cualificado capaz de reconocer aquellos organismos que potencialmente conllevan un peligro real, simplemente ha optado por la prohibición total; o si por el contrario se debe al empeño fiscal de acotar las nuevas vías de importación a través de internet, ya sea entre particulares o a través de las grandes plataformas de venta online, que tan difíciles parecen ser de fiscalizar si no hay suficiente personal especializado.
Para los que eligen sus plantas de interior asegún el color de las cortinas del livin, sigue habiendo mucha variedad para elegir. Las tres empresas locales presentes en las bolsas de planta y flor neerlandesas ahora mismo estarán haciendo su agosto.
¿Serán ellos el lobby detrás de esta movida?
A los que nos tomamos en serio la afición, lo que queda ahora es la desolación y las perspectivas no son nada alentadoras.
Entre las orquídeas sólo se suele citar una única especie como invasora: Oeceoclades maculata, una terrestre tropical africana, que ha dado el salto a los neo-trópicos (en 1827, Brasil), expandiéndose desde ahí hasta llegar al Caribe (1967, Puerto Rico) y Florida.
Pero hay más orquídeas que han saltado de continente en continente. Epipactis helleborine, una terrestre común en toda Eurasia boreal ha dado el salto al norte de América como planta medicinal, y está cerrando paulatinamente su presencia circumboreal.
La gran mayoría de las orquídeas ‘invasivas’ – mejor sería decir: asilvestradas – son orquídeas tropicales que se han propagado por otras zonas tropicales. De estas, la mayoría a su vez son orquídeas terrestres, de sotobosque o espacios semiabiertos. Apenas hay alguna orquídea epífita – Dendrobium crumenatum – que ha logrado establecerse lejos de su origen.
Para los ecosistemas de clima mediterráneo-atlántico no hay constancia de orquídea ‘invasora’ alguna. Hay una ‘mala-hierba’ en césped – Zeuxine strateumatica, introducida con las mismas semillas del césped – cuyo crecimiento depende tanto del riego como de la siega, y cuya supervivencia fuera de las zonas de cultivo en clima mediterráneo de los EEUU aun es una incógnita.
Muchas orquídeas asilvestradas tropicales suelen colonizar zonas degradadas (casi siempre por deforestación), sin competir mucho con especies locales.
Nuevas introducciones, por ejemplo Trichopodium flavum en Florida y el Caribe, parecen preferir nichos ecológicos ocupados por pocas especies. Todos estos neófitos dependen de una generosa pluviometría (o riegos).
En total, apenas estamos hablando de unas pocas decenas de especies de orquídeas que han sido capaces de sobrevivir en tierras alóctonas. Siendo la mayor familia de plantas de flor (unas 25 a 30.000 especies), compitiendo con las asteráceas (la familia de las margaritas), el número de orquídeas potencialmente invasivas es francamente abarcable.
La propagación natural de las orquídeas en tierras ‘de acogida’ se ve limitada por la falta de polinizadores específicos (en orquídeas no autógamas) y la ausencia de las micorrizas necesarias para la germinación de las semillas.
Dado que las orquídeas epífitas comúnmente cultivadas provienen de zonas donde la pluviosidad o coincide con la época calurosa (Laeliaceae en América y Dendrobieae en las zonas monzónicas) o de zonas dónde la pluviosidad es constante durante todo el año (Pleurothallidinae en América, Coelogyninae en Asia), son incapaces de sobrevivir sin protección en las Canarias, donde la pluviosidad máxima coincide con la época fría y los períodos de sequía son obligatorios en verano (incluso en la laurisilva) y los cursos de agua son punto menos que inexistentes.
Por otro lado, las terrestres o son tropicales (Phaius, Eulophia, Arundina etc.) y sucumbirían a los suelos húmedos y a la vez fríos del invierno insular o, por el contrario, provienen de zonas de alta montaña y/o pluviosidad constantemente alta (Cymbidium, Paphiopedilum, Phragmipedium), no tolerando por lo tanto el verano seco insular.
El autor no conoce ninguna especie de orquídea que haya logrado sobrevivir independientemente como planta de jardín o asilvestrada en las Canarias: florecer, fructificar y germinar.
¡Y bien que se ha intentado … !
La única especie de orquídea que quizás haya llegado a germinar espontáneamente sea Epidendrum cf. secundum (o un híbrido de este); cultivares de varios colores de esta orquídea son habituales en los jardines de La Palma, La Gomera y el norte de Tenerife.
Solo queda mirar los patógenos que podrían portar las orquídeas, como razón para excluir su importación al territorio canario.
Dado que todos los productores del ámbito Schengen, por el simple hecho que el clima continental europeo obliga a ello, cultivan bajo invernadero y con rigurosos controles de sanidad, con normas que marca la misma Unión Europea, ninguna orquídea proveniente de la zona Schengen lleva patógenos. Al estar cultivadas sin tierra, tampoco hay peligro por los patógenos propios de cultivos en tierra (diversos hongos, principalmente).
Es más, las orquídeas de invernadero, las bellas del ‘montón’, suelen llevar expresamente en su etiqueta que no son aptas para el consumo humano. No es porque las orquídeas sean venenosas en si, que no lo son.
Sino por la cantidad de veneno que llevan encima.
El género Bulbophyllum es el mayor género de orquídeas – o quizás deba escribir que es el mayor, aun. Con aproximadamente unas 2000 especies (2800 sinónimos) repartidas en 120 secciones (para hacer manejable cualquier trabajo con este grupo), y un par de especies nuevas para la ciencia descritas cada año, es previsible que el género Bulbophyllum – uno de los pocos géneros pantropicales de orquídeas – en un futuro quede dividido en unidades menores.
Está resultando muy complicado definir las características comunes no ya de todo el género, sino incluso de las secciones. Ni la genética ha ayudado en este caso – hasta ahora. Cirrhopetalum, durante mucho tiempo separado de Bulbophyllum, ha vuelto a fusionarse precisamente por la inconstancia de los rasgos diferenciales.
Repartidos por los trópicos de todo el mundo, el centro de diversidad – y el centro desde dónde se dispersaron las especies pertenecientes a Bulbophyllum – es Papúa Nueva Guinea, con unas 600 especies.
Hay especies en las islas del índico, en Madagascar y el África tropical.
Crecen especies en la India y los estados del Himalaya, en el sur de China, en todo el sureste asiático, en Filipinas, Japón y Australia. También han colonizado las islas del Pacífico.
En América se encuentran desde México hasta Minas Gerais, en Brasil.
Una de las características del género es que portan una o dos hojas grandes en unos pseudobulbos comparativamente pequeños. Son plantas que prefieren generalmente la penumbra y la alta humedad que suele ir asociada. No tienen raíces largas, pero muchas raíces cortas que se agarran fuertemente al sustrato. Algunas crecen con los bulbos espaciados entre si, otras forman perfectas hileras de pequeños bulbos que pueden persistir muchos años después de haber perdido su hoja.
Las inflorescencias son basales y muy diversas. Algunas veces forman umbelas de flores pequeñas dispuestas de forma radial aparentando una única flor mucho mayor. Los labelos, casi siempre pequeños, suelen tener mucha movilidad, y los pétalos llevan pequeños pelos y apéndices que a la menor brisa aparentan animales aleteando.
Muchas veces los sépalos inferiores son mayores que todo el resto de la flor y quedan unidos entre si al abrir la flor presentando su cara exterior al visitante. Con colores y destellos son el aparato vistoso que de lejos atrae a los polinizadores.
Y luego está el olor …
El olor es uno de los principales atractivos de estas orquídeas.
Sobre todo para moscas carroñeras. Entre las especies de Bulbophyllum se encuentran aquellas flores del reino vegetal con los olores más pútridos conocidos, emulando carne putrefacta, lugar para depositar los huevos para un gran grupo de insectos, los cuales en su busca – siguiendo su olfato – llegarán hasta las flores y se convertirán en polinizadores.
continuará …
Paphiopedilum supardii, el payaso dentro de los Paphiopedilum multiflorales.
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